Un final de año dubitativo, con una sola victoria en los últimos siete encuentros, y la dolorosa derrota en el derbi vasco frente a la Real Sociedad en la tarde del 31 de diciembre hicieron que el Athletic Club se comiera las uvas mirando muy de cerca el descenso, a solo tres puntos. El encuentro del 3 de enero frente al Elche parecía ser una final para el conjunto de Gaizka Garitano, quien había realizado una más que aceptable temporada el pasado curso, llevando al equipo a la final de Copa y quedándose a tan solo 5 puntos de los puestos europeos. La final se convirtió en su final, Garitano era despedido horas después de ganar, han leído bien, de ganar, al Elche por 1-0 con gol de Muniain, la decisión parecía estar tomada ya antes del encuentro. Año nuevo vida nueva, eso debieron pensar los dirigentes de la entidad vizcaína.
Al frente del nuevo Athletic llegaba Marcelino García Toral, junto a su inseparable Rubén Uría, y otros cinco componentes, conformarían el nuevo equipo técnico con el objetivo de hacer rugir de nuevo a un león que parecía estar tocado. El calendario hacía indicar que no sería sencillo el inicio del técnico asturiano en su séptima experiencia en los banquillos de la máxima categoría del fútbol español. El día de Reyes, uno después de la presentación del nuevo técnico, el Barcelona de Koeman llegaba a tierras vascas para probar aquel dicho de “entrenador nuevo, victoria segura”. Sin apenas haber trabajado con el nuevo míster, los bilbaínos se ponían por delante en el marcador, pero fue un espejismo, el Athletic sucumbió (2-3) ante un gran Messi, en uno de sus mejores partidos de la temporada. Sin embargo, Marcelino ya dejó claro que su inamovible 1-4-4-2, con el que llevó al Valencia a ganar la Copa del Rey hace dos temporadas, seguiría siendo su seña de identidad, y en Bilbao no iba a ser distinto.
Desde entonces, cinco partidos, cinco victorias, y un título para empezar: Real Madrid y FC Barcelona en Supercopa, Ibiza y Alcoyano en Copa, y Getafe, con manita incluida, en Liga, han sufrido ya el efecto Marcelino. Y con la popular Filomena como factor fundamental, lejos de trastocar a los leones, la gran borrasca que sacudió nuestro país hizo que se tuviera que aplazar el 9 de enero el Atlético de Madrid-Athletic en el Wanda Metropolitano. Esto supuso que Marcelino pudiera tener una semana entera para preparar las semifinales de la Supercopa frente a los de Zidane: “nos ha venido bien el poder entrenar, para conocer mucho más a los jugadores, vamos a ir a ganar el torneo” avisaba en la rueda de prensa previa.
Renovarse o morir, eso se ha aplicado el asturiano en este tiempo que ha pasado lejos de los terrenos de juego. Fiel a su idea, y, por supuesto, fiel a su 1-4-4-2, pero con ciertos matices que han creado una sinergia casi perfecta entre su propuesta, las características del equipo y la evolución del juego en estos años. Las claves del nuevo Athletic se dieron ya a conocer en los dos partidos de la Supercopa: defensivamente, un bloque medio-alto compacto y equilibrado (mucho más alto de lo que habíamos visto en otros equipos de Marcelino), con grandes basculaciones que han dificultado de forma extrema la circulación de los rivales, presión muy alta en todos y cada uno de los reinicios del equipo rival e intensidad en el robo que han propiciado ya errores (como el de Lucas Vázquez) que han acabado en gol u ocasión clara. Ofensivamente, el Athletic ha vuelto a ser un equipo temible a balón parado, una de sus mejores armas, ha encontrado en la pierna derecha de Munian al mejor centrador sin lugar a dudas del mes de enero, 6 asistencias en 5 partidos. Las transiciones rápidas tras robo han sido otra de las principales armas del Athletic, encontrando espacios y situaciones claras al recuperar la posesión cerca de la portería rival. Por último, el centro lateral está dando resultados muy positivos al equipo, siendo muy alto el porcentaje de ocasiones a través de esta vía, interiores jugando por dentro y creando superioridades interiores, generando así espacios fuera que los laterales están sabiendo aprovechar, recorrido y potencia al servicio de Marcelino con Capa, Balenciaga y ahora Yuri Berchiche, recién recuperado de su lesión.
Confianza y profundidad de banquillo. Más allá de las herramientas tácticas que ha introducido Marcelino en la capital Vizcaína en tan poquito tiempo, el nuevo entrenador ha conseguido un cambio de actitud sobresaliente en la confianza de algunos jugadores que parecían venidos a menos. Una mezcla de jugadores ya experimentados como Raúl García o De Marcos y otros jóvenes, como Unai Núñez, Unai Simón y Vencedor, están extrayendo la mejor versión de muchos de ellos, incluida la del renovado Iñaki Williams, fundamental para que más éxitos lleguen a San Mamés. Además de su 11 base, Marcelino ha encontrado en los Villalibre (y su trompeta), Berenguer, Vesga y compañía una segunda unidad de garantías, que hacen del los suyos un conjunto ultracompetitivo. Los resultados mandan, y las sensaciones lo corroboran, el Athletic Club es, ahora mismo, el equipo más en forma del fútbol español junto al Atlético de Simeone, pero, como ya sabemos, en el fútbol el éxito es efímero y la memoria corta o nula. Este fin de semana, los leones viajan a Barcelona para medirse, por tercera vez en cuatro semanas, al FC Barcelona. Marcelino quiere mirar a Europa y para ello deben volver a rugir.